Dentro de la
apertura de restaurantes que -con cuentagotas- se van incorporando a la escena
gastronómica madrileña acabamos de conocer ATA Club (iniciales de los propietarios). Para su andadura han escogido el local donde
anteriormente se asentó La Nicolasa, a
escasos metros de The Hall (ver post),
si bien ha sido totalmente reformado. Está situado en planta baja aunque con
grandes ventanales que propician la entrada de luz natural y cuenta con una
estética minimalista que le confiere cierta elegancia, en la que predominan los
tonos blanco y gris topo, con el contraste de las sillas color teja. Dos olivos
ocupan el centro de la sala, en la que destacan dos grandes espacios: una zona
de mesas altas más amplia de lo que suele ser habitual y, al fondo del
restaurante, una decena de mesas. Un reservado y una pequeña barra para el afterwork completan las opciones. Una o
dos noches a la semana tienen música en vivo, lo que según los gustos sin duda
será un aliciente a favor de ir o no…
Aunque no
hemos detectado una orientación gastronómica muy específica, predominan platos
de la cocina mediterránea y algunos guiños asiáticos y peruanos. Como entrantes
probamos la ensalada rusa del sur –generosa ración de ensaladilla
rusa, correcta de sabor y buena presentación- y los huevos poché trufados
sobre mousse de hongos (la carta
indica que es un homenaje a Abraham García, de Viridiana), ricos pero por debajo de los “Huevos el 31” que
recientemente probamos en el restaurante El 31 (ver post). Otras opciones
interesantes sobre el papel son los tuétanos de ternera sobre pan de cristal,
boniato y butifarra asada, el ceviche de vieiras o las alcachofas asadas con
gambón.
Entre los
platos principales optamos por los ravioli de speck, ricotta y flores de
calabacín y el foie glaseado a la
plancha con pastela de calabaza a la hierbabuena –más ricos los ravioli que el foie, demasiado hecho-; de la carta
destacaríamos los tartares – de solomillo, de atún o de salmón-, el rape con
aceite de oliva, la merluza en salsa verde, el Villagodio y el rabo de buey al
vino tinto. Surtido amplio de postres a 5€, todos ellos apetecibles (tiramisú,
tarta fina de manzana, mousse de
chocolate blanco y pistacho, milhojas de frambuesa y chocolate, entre otros).
Adicionalmente,
cuenta con un menú a 20€ con opciones interesantes que, curiosamente, no figuran
en la carta.
El servicio
es muy correcto y ágil. El equipo de sala es agradable y esmerado.
Público de
corte dispar –hombres trajeados, un grupo de amigas, un matrimonio--- y no muy
concurrido aunque en su descargo era el almuerzo de un lunes de verano. Por
eso, le daremos un voto de confianza con la esperanza de que en el
otoño/invierno se consolide como una alternativa gastrochic.
Nuestra
valoración general: 6’5/10
Precio
medio: 25€ por persona (bebidas
aparte).
GastroTip: Opción recomendable para comidas de negocios y para cenas tranquilas
con amigos (los días sin música en vivo…).
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