Hemos
aprovechado un viaje relámpago a Barcelona para enriquecer nuestro blog con dos restaurantes muy diferentes
pero totalmente recomendables de esta bonita ciudad: Dos Palillos y Sense
Pressa. Situado en el barrio del Raval y a cien metros de Las Ramblas
se encuentra el restaurante Dos Palillos, premiado en 2013 con una
estrella Michelin y obra de Albert Raurich, discípulo de Ferran Adriá en el
Bulli. Su propuesta se basa en una cocina de fusión oriental con productos
de alta calidad en formato "tapa" y presentados con cierta
creatividad, algo así como un DiverXo marcadamente asiático
(salvando las distancias...).
Desde
fuera parece un típico bar de barrio. Una vez dentro se encuentra una primera
barra, el "bar de tapas" que no admite reservas y que ofrece una amplia carta con propuestas de
corte japonés, chino, vietnamita, tailandés o coreano básicamente. A través de
unas cortinas de tiras de aluminio rojas se pasa al comedor principal, cuyas
paredes están completamente vestidas del mismo cortinaje de tiras como única
decoración; nos encontramos ante una cocina abierta delimitada (y rodeada) por
una barra de madera en forma de “U”, la "barra asiática" con espacio para unos veinticuatro
comensales (no hay mesas). Mientras el equipo de cocina prepara los
platos/tapas se asiste a toda una metodología de trabajo claramente definida en
la que se desenvuelven ágilmente una docena de cocineros, que a la vez actúan
como camareros, con unas tareas distribuidas y ejecutadas eficientemente de
forma que los platos van desfilando sin solución de continuidad, acompañados de
explicaciones de los cocineros, quizá un tanto escuetas pero coherentes con la
concentración que requiere el ritmo de trabajo.
La
carta de la barra asiática cuenta con dos menús degustación: uno
corto –“Dos Palillos”- y otro largo –“Dos Palillos festival”) que se
diferencian en el número de platos/tapas (entre diecisiete y veinte,
respectivamente). Optamos por el menú "Dos Palillos" y comenzamos con
crudites agridulces al estilo chino y
unas cortezas crujientes de pollo, seguidos de shitakes e hígado de rape y una "tapa" de jurel curado en
sal y vinagre de arroz de kambu; muy
realista el sunomomo de algas frescas
y moluscos que fue servido a continuación en una piedra horadada con forma de
plato que sabía como si acabarán de sacar del mar los percebes que contenía.
Continuamos con gambas rojas a la plancha, muy sabrosas, con la recomendación
de tomar primero los cuerpos y luego las cabezas. Seguimos con un sashimi tibio de calamar, una tapa de
escabeche japonés, tempura de
anémonas y dumplings de langostinos y
finalizamos la parte dedicada al mar con un temaki
de toro (atún) en el que proporcionan el alga nori, el arroz y la ventresca para que el comensal se prepare el maki. Después pasamos a las carnes con
la nippon burger (de vaca, servida en
mollete) muy jugosa, y terminamos con la papada de cerdo ibérico a la cantonesa
que tenían calentando en las planchas desde que iniciamos la cena, un tanto
grasienta pero muy rica. Como colofón tres mini postres: lichi y sochu helado, muy
rico y refrescante, con jengibre helado, azúcar y fresa, seguido de un pequeño
bizcocho esponjoso y ligero con fresa en su interior y un ningyoyaki (buñuelo) de chocolate.
En
resumen: toda una experiencia gastronómica con una alta dosis de performance muy interesante y
recomendable.
Nuestra valoración: 8,5 / 10
Precio medio: 75€ - 90€ por persona, bebidas aparte.
GastroTip: ambiente informal; para “foodies” y
amantes de nuevas incursiones culinarias.
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