lunes, 28 de octubre de 2013

El 38 de Larumbe

Del primer restaurante de alta cocina Pedro Larumbe en Madrid, inaugurado en 1996 en el edificio que había albergado al periódico ABC en el paseo de la Castellana, quedan en la actualidad tres espacios muy diferentes: La Biblioteca, con un afamado bufé de lunes a sábado; La Terraza, restaurante de temporada ubicado en la azotea del edificio, que posee una excelente panorámica de la zona; por último, El 38 de Pedro Larumbe, a escasos cien metros de los otros dos, en el local a pie de calle que han compartido durante los últimos años el restaurante más formal (heredero del primer Pedro Larumbe) y El Plató (donde se comía en convivencia con las grabaciones de los programas de Intereconomía).

El traslado en mayo pasado de la sede social de esta empresa audiovisual motivó el cierre de El Plató y dio vía libre a Pedro Larumbe para embarcarse en una aventura denominada El 38, que abrió por fin sus puertas la semana pasada.

Con la dificultad que entraña hoy en día sobrevivir en el panorama gastronómico español (para muestra, ver nuestro obituario), no es de extrañar que el modelo de negocio de este gran chef haya sido adaptado a la coyuntura económica para incluir, en el amplísimo local de que dispone, un pequeño gastrobar con barra y media docena de mesas a la entrada (tapas, raciones y cócteles en horario ininterrumpido) junto con el restaurante formal en el salón principal.

Éste es el que acabamos de visitar y le auguramos un gran éxito, pues la carta (con el detalle de medias raciones para casi todos los platos) y la comida son enormemente satisfactorias, el servicio es más que correcto y el ambiente es elegante pero no excesivamente formal -al igual que la decoración, sobria y en tonos neutros. Ello, unido al buen ritmo que llevó la comida (en cuanto a gestión de los tiempos) y al amplio espacio que hay entre las mesas hace pensar que estamos ante una de las aperturas más acreditadas de la temporada.
Tras el aperitivo de panes variados con aceite, crema de puerros y colines de chorizo, optamos por compartir las croquetas y el falso arroz cremoso a base de puntalette (pequeños piñones de pasta), sencillo pero muy rico. A continuación nos sirvieron solomillo de ternera (con muy buena materia prima y un acertado acompañamiento de mostaza y salsa de soja) y cocochas de merluza al pilpil con huevo. Como postre tomamos la torrija de mango con helado de vainilla, bastante ligero pese a su buen tamaño. En general nuestra impresión es que la calidad de los platos es muy alta. La próxima vez probaremos el steak tartar, que es preparado in situ y servido en una generosísima ración (como todos los platos en general). En resumen, una grata experiencia con una cocina de gran calidad, de raíces clásicas pero actualizada. 

Nuestra valoración general: 8 /10.
Precio medio: 45€ por persona (existe la posibilidad de pedir medias raciones)
GastroTip: ambiente clásico pero moderno; se puede alternar el gastrobar con el restaurante formal según la ocasión.

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