lunes, 5 de marzo de 2012

Lúa. Tradición renovada.

Con una trayectoria relativamente corta, el restaurante Lúa (luna, en gallego) está subiendo rápidamente peldaños en la escena gastronómica madrileña con una cocina que -como dice su página web- busca “…inspiración en las recetas tradicionales de nuestras madres y abuelas, para evolucionar hasta una cocina propia de vanguardia”. Porque eso es Lúa: cocina tradicional elaborada con altas dosis de creatividad…y mucho esmero.
Recientemente ha cambiado su ubicación al número 5 del paseo de Eduardo Dato, en el barrio de Chamberí y ocupa una única planta con una sala rectangular y otra más pequeña, decoradas ambas de forma elegante y sobria, a base de colores claros, unas columnas de madera vista en uno de los lados y un gran mural marrón claro con textura de piel de potro. La luz natural que inunda el salón a través de los ventanales y una leve música de fondo recrean un entorno agradable para conversar tranquilamente.
Como es habitual en otros restaurantes de este perfil, no existe carta, sino un menú degustación (por 49€) que suele cambiar cada semana y consta de un aperitivo y cuatro platos, además del postre; también hay un menú ejecutivo (con aperitivo, entrada, plato principal y postre por 35€) y existe la posibilidad de maridar cada plato del menú degustación con una copa de vino, por 78€. Con este formato el chef tiene mayor flexibilidad para ir adecuando los platos a los productos de temporada, aunque tiene el inconveniente de que el cliente no sabe lo que comerá hasta el último instante.
En esta ocasión comenzamos con un aperitivo (“irlandés de lentejas y boletus”), en forma licuada y de sabor muy rico, aunque la copa en la que lo sirvieron era un tanto incómoda para beberlo. Los platos principales se iniciaron con unos pedacitos de carne de wagyu sobre unas mini tostadas muy finas, marinados en soja y wasabi y acompañados con huevas de pez volador; les siguió una original sopa de ajo, con palomitas de arroz rojo -crujientes- con yema de huevo (escalfada) y trufa negra; a continuación sirvieron el pulpo al horno sobre arroz negro, también muy sabroso –aunque quizá demasiado hecho el pulpo- y por último, una (mini) paletilla de cordero  recental, caramelizada con miel; el postre, muy logrado, de chocolate blanco cremoso sobre polvo de frambuesa. Fieles a la cocina creativa, las raciones son un tanto exiguas, pero esto se “perdona” al comprobar la calidad de la comida.
El servicio correcto, aunque un tanto novicio, dado que los camareros recitaban los platos tal y como constaban en el menú, dando la sensación de conocerlos de memoria más que de dominar sus entresijos.
No tiene aparcacoches, pero hay un aparcamiento público a unos 10 metros.
En resumen: materias primas de calidad; buena presentación de los platos; sabores interesantes y cierto margen para seguir evolucionando en ese segmento difícil de la alta cocina de autor.
Precio medio: 60€ por persona.
Nuestra valoración general: 8/10
GastroTip: para una celebración especial; propicio para amantes de la cocina de autor, en un ambiente tranquilo.

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