Su éxito reside en ofrecer recetas tradicionales de la cocina francesa, elaboradas con buenas materias primas y muy correcta presentación, un servicio impecable y un ambiente muy agradable y ligeramente "afrancesado". Está ubicado en un reducido local con capacidad para una docena escasa de mesas, con decoración clásica pero sin barroquismos; techos muy altos, paredes en tonos beige y ocre y con cuadros contemporáneos (a la venta) colgando de ellas; todo ello confiere un aspecto elegante y un tanto intimista para cenas de pareja o comidas de negocios.
Como aperitivo nos ofrecieron una crema de champiñón con huevas de trufa y una ensalada Bourgeois, además de presentarnos unos excelentes panes artesanales de aceitunas, de tomate (especialmente adictivo), de centeno o blanco... La carta es breve pero muy acertada, con una decena de entrantes y otros tantos platos principales. Entre los primeros, nos decantamos por la “Bouchée à la Reine” – hojaldre con zamburiñas, champiñón y azafrán- muy rico y apropiado para compartir, aunque había alternativas tentadoras como la sopa de cebolla, el tartar de salmón o el foie gras "mi-cuit". Como plato principal, optamos por el salmón gratinado al queso de cabra, muy bueno, y un exquisito y original tartar de pato. Dejamos para otras ocasiones propuestas sugerentes como las vieiras caramelizadas, los conglionis con ternera blanca y el magret de pato. Los postres no eran muy de nuestros gustos, además de que resultan un tanto subidos de precio - 10 euros-, pero comprobamos la merecida fama que se han ganado sus crêpes Suzette; entre las alternativas estaba el habitual surtido de quesos. Muy francés todo y con mucho gusto.
El servicio es especialmente agradable y profesional.
Nuestra valoración: 8 /10
Precio medio: 40€ por persona, bebidas aparte.
GastroTip: para comer o cenar en pareja, dado que resulta apropiado para conversaciones sosegadas; público elegante.
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