martes, 25 de diciembre de 2012

Esbardos. De tal palo, tal astilla.

El gran momento de la gastronomía asturiana queda patente tanto en los dieciocho “soles” concedidos a trece establecimientos por la reciente edición de la Guía Repsol, como más palpablemente en nuestra ciudad con el inagotable éxito de El Oso, El Paraguas y, en otro estilo, Ten con Ten (ver post). Precisamente en abril de 2012 abrió sus puertas una “sucursal” del primero: el restaurante Esbardos (“oseznos” en bable), que con tan corta trayectoria ha sido ya premiado con un “sol” (algo más le costará obtener una “estrella” Michelín…).

Para los que conocen El Oso, Esbardos viene a ser una versión reducida de aquel, con el ánimo de acercar su comida a la ciudad, dado que se sitúa en la esquina de las calles Maldonado y Serrano, zona tanto de negocios como de compras y ocio. Se ha replicado gran parte de su carta –incluso los precios. Al frente del restaurante está María Lorenzo, garantía de calidad y buen hacer, de sobra demostrados en El Oso.
 
El local está decorado de forma armoniosa y sin estridencias ornamentales, combinando papel, piedra y ladrillo en paredes, suelos de madera y una original plataforma de contraventanas en el techo (cuyo objetivo es decorativo pero también pretende favorecer la acústica, cuestión complicada pese a que las mesas están razonablemente espaciadas).  Dispone de una barra y mesas altas en la entrada donde tomar platos en formato raciones.
Ofrece una carta –relativamente breve- de cocina tradicional, netamente asturiana, caracterizada por unas excelentes materias primas, buena presentación y platos muy apetecibles. Para compartir existen opciones a un alto nivel como las anchoas del Cantábrico (de calibre 00, con certificado de autenticidad) que se limpian y filetean a mano en el propio restaurante, la ventresca de bonito, una excelente cecina de buey y la empanada de sardinillas (una delicia solo disponible por encargo); como platos de cuchara, la fabada asturiana con el compango casero, un riquísimo y recomendable guiso de verdinas con pixín (muy apropiado también para compartir como entrante) y el arroz meloso de rape y verduras. Entre los pescados, además de lubina y bacalao, destaca el plato estrella (también por su precio, 39€): el pixín de barriga negra “venta del Oso”. Entre las carnes, solomillo o entrecot para los más clásicos y, como alternativas muy ricas y con un precio muy razonable, la carne gobernada (que es un guiso casero con carne similar al morcillo),  las albóndigas de rabo de toro y la perdiz con lombarda (en el apartado “caza y campo”). Para terminar, existen muy buenas propuestas de postres caseros como el tocinillo, el arroz con leche, la crema de manzana, la tarta de queso o la cuajada –que sí llegamos a probar y que es sencillamente exquisita.

En resumen, un gran descubrimiento: comida muy rica, sencilla pero elaborada de forma brillante y con las mejores materias primas, en un entorno elegante y "urban-chic". El servicio es lo único que quizá está algo por debajo de El Oso y puede parecer algo desbordado en los turnos más concurridos.

 
Precio medio: 40€ por persona, bebidas aparte.
Nuestra valoración general: 8/10
GastroTip: aunque no tiene el glamour de Ten con Ten, merece la pena probar esta excelente muestra de la cocina asturiana, ahora en pleno Madrid; tanto para comer, como para cenar. Público de la zona.

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