Situado en la calle de Velázquez, casi esquina con Diego de León, desde hace unos siete años Boggo responde al concepto de restaurante que hoy en día está teniendo más éxito a partir de una fórmula para "fidelizar" a la clientela basada en una carta atractiva con precios razonables junto con la posibilidad de tomar copas en el mismo local, tanto después de cenar -para evitar desplazamientos posteriores- como a la salida del trabajo (el concepto afterwork que está proliferando). Hemos vuelto después de algún tiempo porque acaban de renovarlo parcialmente, aunque mantiene su esencia (y el bullicio característico de las noches de fin de semana).
El local ocupa dos plantas: en la inferior está la zona de copas y picoteo, muy animada siempre, tanto por las noches con gente joven habitual del barrio de Salamanca, como por las tardes, más orientadas al afterwork y que permite disfrutar de sus cartas de raciones y de gin&tonics (tan de moda ahora), entre otras. El nivel superior, al que se accede por una pronunciada escalera, está dedicado al restaurante. Este salón no tiene grandes alardes decorativos; el diseño es básicamente funcional y discreto, con sofás de cuero en tonos grises y crudos y manteles hasta el suelo, ofreciendo un aspecto en general elegante y armonioso.
Al igual que ocurre cada vez en más restaurantes de Madrid que intentan abarcar un amplio segmento de clientes, las mesas están un tanto juntas y con el restaurante lleno puede llegar a resultar algo incómodo. El servicio es atento (aunque deben pulir algunos aspectos básicos) y el jefe de sala especialmente agradable. En el restaurante encontramos tanto público de mediana edad y "buen aspecto", como gente joven (probablemente asíduos de la zona de
En el plano gastronómico, Boggo se encuadra en la cocina mediterránea con un toque de creatividad; buenas materias primas, platos bien presentados y muy ricos todos los que probamos. Ente los entrantes destacan los huevos rotos con langostinos, los saquitos de queso con puerros y el salmorejo con huevo de codorniz. Como platos principales, el atún a la plancha o la hamburguesa de avestruz, aunque su especialidad son los tartares, de los que probamos el de buey y el de atún, ambos muy jugosos y totalmente recomendables. También ofrecen tartar de salmón y de aguacate con langostinos. Si bien no llegamos a probar los postres, sobre el papel resultan atractivos (tarta fina de manzana, crepe de dulce de leche, tiramisú, "bomba" de chocolate, etc.).
En general, una experiencia gastronómica grata, en un ambiente agradable y animado, que se puede completar tomando unas copas en el mismo local.
Precio medio: 30€ por persona, bebidas aparte.
Nuestra valoración general: 7,5/10
GastroTip: para comer y cenar; para grupos; comida atractiva y ambiente "chic".
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