sábado, 8 de septiembre de 2012

Rice Bar. La Bomba.

Lleva abierto desde primavera solamente y ya hemos tenido oportunidad de leer diversas críticas -todas ellas positivas- sobre Rice Bar, por ello nos hemos animado a visitarlo. Ubicado en el barrio de Chueca, frente al Mercado de San Antón (ver nuestro post) se trata de un pequeño y agradable local, con una escueta barra a la entrada y un minúsculo salón interior (alicatado en color blanco) para unos veinte comensales.
 
Su ideólogo es Christophe Pais, al que se puede encontrar en el propio local atento a que todo esté perfecto e interesándose por conocer de primera mano las opiniones de sus clientes. Da gusto escuchar la pasión con la que describe sus platos, o cómo cuenta dónde encuentra las materias primas más propicias y de mayor calidad para llegar el producto final que ha concebido, o la narración de la evolución de la carta denotando un cierto afán perfeccionista, eliminando platos que no tienen excesivo éxito (por ejemplo, el arroz Nobu, por el fuerte sabor del cilantro) e incorporando novedades, como la última que nos explicó, tremendamente creativa: los toppings. El correspondiente al arroz a banda es un cabracho de tamaño medio que le suministran de Pescaderías Coruñesas, preparado en modo tempurizado (por tanto, se come entero).
Como sugiere el nombre del restaurante, Rice Bar se centra en los arroces (con menor peso en la carta de noche La Bomba La Nuit, que es ligeramente diferente a la del día). Nosotros optamos por el arroz meloso de carabineros y sepia, con rape en el fondo empleado en su elaboración y que tenía un sabor excelente. Otras opciones que incluye la carta son el de secretos de ibéricos, el ya mencionado arroz a banda y el risotto de verduras a la milanesa. Como entrantes, probamos la ensaladilla rusa –muy rica- y unas butifarras blancas que le suministran desde Barcelona, acompañadas con pan y tomate, muy poco grasas y que nos resultaron exquisitas. Postres muy apetecibles, como la torrija de Baileys con helado de vanilla, el brownie o el sorbete de maracuyá, mora, frambuesas, merengue, mango y otras frutas exóticas que denominan Pavlova de verano y que estaba muy demandado.
En resumen: excelente comida, buenas materias primas y mejores sabores, con un servicio amable y rápido pese a que el restaurante estaba lleno. La factura resulta algo elevada aunque la experiencia bien merece la pena. Como único “pero” que le pondríamos es que pese a que se define como un restaurante donde “….degustar deliciosos platos de arroz de los confines del mundo…”, tras el escaso éxito de algunos de los arroces foráneos, la carta se centra casi exclusivamente en arroces españoles, por lo que entendemos que deben potenciar aquel otro aspecto que, por otra parte, junto con la calidad ya exhibida en su comida, incrementará claramente su atractivo.
Nuestra valoración general: 7,5/10
Precio medio: 30€-35€ por persona, bebidas aparte.
GastroTip: para comer un buen arroz con un enfoque diferente al de las tradicionales arrocerías de Madrid, en un barrio desenfadado y siempre sorprendente.

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